martes, 13 de mayo de 2014

Relatos de brujas de Mamá Inés

Hoy les voy a presentar un relato de brujas tomado de un reciente libro publicado por una maceita de nombre Fabiola Inés González Cuartas. Su libro nos invita a leer memorias de vida de una mujer que afrontó las dificultades de la vida en tiempos en los cuales la mujer estaba sometida al poder del hombre y tenía limitado su campo de acción casi que exclusivamente a las labores de la casa y los hijos; A través de su narración nos cuenta su paso por las distintas etapas de sus vida: la niñez, la juventud, su vida como ama de casa y madre de doce hijos, su viudez posterior y su vida como estudiante en la Universidad de Antioquia y finalmente su ejercicio como educadora. Nos comparte a través de un lenguaje sencillo sus sufrimientos, alegrías, nostalgias y experiencias de vida con la intención de dejar un legado de valores para las generaciones futuras:

"A la casa de La Bonita le acondicionaron la cocina como alcoba y construyeron una nueva. En la vieja cocina se empezaron oír ruidos extraños que atribuían a brujas. Yo estaba casada, me contaban y les decía que podrían ser ratas, gatos, "chuchas" etc. Quise comprobar el caso y una noche fui a dormir allí acompañada de mi hermana Margarita. Nos acostamos y al instante empezamos a oír ruidos. Mi hermana y yo, en silencio, sobrecogidas nos codeábamos. Los ruidos eran muy puntuales como, abrir la llave del fogón, impulsarla para que girara sola hasta que el petróleo fluyera, votar agua hacia el solar, agarrar cucharas etc. Lo más sorprendente: más o menos a las 9:00 p.m llegó mi hermano Guillermo, abrió la puerta de la sala y al pisar el dintel inmediatamente cesaron los ruidos, sentimos pisadas rápidas de alguien que huía hacia el solar. En la casa decían que era una señora que les había trabajado y que se llevaba cosas sin la voluntad de sus dueños, (ya muerta). Otros decían que era una muchacha que también les trabajó y que estaba enamorada de Guillermo mi hermano. Yo no he creído en brujas, pero el decir es que no hay que creer en ellas pero de que las hay las hay.

En casa de las Johns, tías de mi papá, en la noche oían unos estruendos en el comedor: algún gato o "chucha" nos dejó sin vajilla, decían alarmadas, pero al día siguiente encontraban todo intacto. Una vecina les dijo que eran brujas y para ahuyentarlas se les dice: "venga mañana por un poquito de sal". Así lo hicieron. Al día siguiente apareció una humilde vieja a quien le daban a veces refrigerio, pidiéndoles un poquito de sal. Y hasta ese día se oyeron los ruidos nocturnos.

Contaba mi abuelo Francisco, papá de Colís, el cual manejaba una hacienda de caña de los Ramírez Johns, primos de la abuela Mercedes, que en las noches de molienda de panela, cuando se apagaban los hornos y se paraba el molino, se acostaba, y ya tarde sentía que el molino funcionaba a toda velocidad. Pero si el molino se apagó..., se preguntaba ante lo cual optó por asomarse, pero lo que vio fue un grupo de alegres muchachas vestidas de blanco que se divertían impulsando la rueda del molino a toda máquina.

Mi mamá nos contaba la historia de su papá con una bruja. Estando él pequeño la familia se trasladó de Angostura a otro pueblo. El niño no se amañaba en ese pueblo, pues todos los días entre lágrimas y sollozos decía: yo me quiero volver para Angostura, yo me quiero volver..., los tenía desesperados. Ante tanto lloriqueo, la señora del servicio le dijo: tranquilo Pedrito, esta noche lo llevó. La mamá creyó que era para consolarlo. En la noche, cuando menos lo pensaban, sintieron un golpe en el techo y una voz que decía, !Pedrito¡ Nos vamos? Pedrito muy asustado se agarraba de sus papas y se les acomodaba en su cama. Ellos habían algunos rumores de que la señora esa era bruja, pero no creían.

Parece que en Angostura era común el asunto de la brujería. Contaba mi mamá que Don Aniceto, una noche salio de su almacén en el momento en que pasaban dos muchachas que quisieron acompañarlo. Él aceptó, y cuando habían caminado unos pocos pasos lo tomaron de cada brazo para pasar un caño. Al pasar se encontraron con algunos bares. Lo invitaron a entrar, ellas se dedicaron al bailar y él se sentó. Al momento se acercó un viejo amigo quien lo saludó y le preguntó qué hacía tan lejos de su tierra. Él le contó el caso. El amigo de dijo; ¡ojo!  Esas son brujas, no las pierda de vista para que no lo dejen, además le dio una moneda para que tomara algo, porque su dinero no le servía allí. Al tomarse la bebida, notó en la mesa unas flores raras.Tomó una y la echó en el bolsillo, lo mismo que unas monedas devueltas. Antes del amanecer las jóvenes lo invitaron a volver. Salieron y al pasar el caño se encontraron en la calle del pueblo. El entró a su casa se acostó y se durmió. Al despertar pensó que lo sucedido era un sueño. Al recordar lo de las flor y las moneditas, buscó en el bolsillo y !sorpresa¡ Allí estaban."

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