martes, 13 de noviembre de 2012

La "arriería" en Maceo

Durante los primeros cincuenta años de historia, Maceo mantenía un intenso comercio para alimentar la construcción del Ferrocarril de Antioquia y algunas poblaciones y caserío a nivel regional. Los arrieros cumplían la labor de transportar no solo la madera extraída de los montes, sino también los alimentos producidos en las vírgenes y fértiles tierras maceítas y de las mercancías provenientes de la capital antioqueña. De esta éóca dejaron su testimonio los señores Arturo Barrera y Amado Morales.

Arturo Barrera: hijo de Genaro Barrera Castaño y María Ubaldina Cano, oriundos del municipio de Santo Domingo. Llegaron a Maceo en 1915. A sus quince años el señor Arturo Barrera se hizo "Sangrero" (aprendiz de arriero) del Señor Lázaro Carmona, al cual le ayudó a transportar "carga redonda" (víveres, granos y mercancías principalmente) desde la Floresta a Maceo; y también desde Guacharacas en el valle de río Nus, hasta la población de Segovia.

Amado Morales: Hijo de Doña María Gutiérrez, originaria de San Carlos y Faustino Morales de Barbosa. Llegó a Maceo en el año de 1932 e inició su trabajo como "Sangrero" de Felipe Tobón extrayendo maderas desde La Chorrera, San Carlos, San Luíz y la Argentina; ascendiendo luego a la categoría de "Arriero de Profesión.

Cuenta el Señor Arturo Barrera que cuando ascendió a la categoría de arriero, es decir, que dejó de ser "Sangrero", arrió mulas con maderas finas (comino y canelo) desde Remedios. La ruta iniciaba desde el cañón de Santana y continuaba por La Honda, Ramillete, El Repecho, La Argentina, El Cenizo y finalmente el Alto de Patiño (hoy lugar en el que está ubicado el Hospital Marco A. Cardona), lugar donde se recogía, escogía y organizaba la madera para enviarla luego a San José del Nus. Don Arturo recuerda que el trecho más duro que atravesó, luego de salir de Santana, eran los ríos Volcán y el caudaloso San Bartolo, ya que en invierno debían descargar las mulas y hacer balsas para para cruzar con la madera las peligrosas aguas. En San Bartolo, cuenta don Arturo Barrera estaban ubicadas ricas fincas destinadas a la actividad ganadera y el cultivo de maíz, cultivo de que se cosechaba, se empacaba en costales de "fique" para ser comerciado en los depósitos de Maceo.

A principios del siglo XX Maceo demandaba mercancías desde el Nordeste Antioqueño y desde sus nacientes poblados rurales como La Susana, Las Brisas, La Mundial, Guardasol, San Cipriano, La Libertad, La Alondra, y también de San José del Nus, desde donde cargaban víveres y diversos productos para abastecer el comercio. Con sus más de 90 años el Señor Arturo Barrera fue testigo del intenso comercio local y regional.

La vida del arriero

El arriero de antaño es el equivalente a los medios de transporte de carga pesada del presente, sin embargo en ese entonces debieron superar dificultades muy grandes como la quebrada geografía, atravesada por precarios caminos que en invierno se convertían en peligrosos obstáculos. A pesar de estas dificultades el hombre dedicado a la arriería supo lidiar con las dificultades a fuerza de una voluntad férrea.

El arriero recorría los caminos en compañía de un "Sangrero", quien iba adelante abriendo broches y puertas y atento al encuentro con dificultades en el camino u otra "recua" de mulas. Su itinerario de viaje estaba organizado para terminar su jornada al encuentro de una "Fonda" o "Tambo", para descarsar, comer. Al llegar a la fonda desparejaba sus mulas y sacaba su libra de "cabuya" (fique entorchado) en rama y la "aguja de arria" para reforzar las retrancas del aparejo o tejer una cincha o pretal antes de irse a dormir. Estos menesteres nos cuenta Arturo lo tenían ocupado aveces hasta la media noche para luego levantarse temprano, porque en este oficio, nos cuenta Arturo, "las noches son muy largas y empiezan muy temprano".

Al amanecer se vestía con su pantalón de dril, la camisa, su sombrero "aguadeño" o de paja; su pañuelo "rabuegallo" (rabo de gallo); el "tapa pinche" (mulera); la "paruma" para protegerse del pantano de los canalones inundados de lodo; el machete y un cinturón de lona para ayudarse a levantar las cargas..

Otro elemento imprescindible del arriero, era por supuesto la mula. Don Arturo nos cuenta que él arriaba de 8 a 12 mulas (que era el promedio que se manejaba para un solo arriero). Contó don Arturo con gracia sobre el nombre que le daba a sus mulas, basado en su color, en un defecto físico o en la "personalidad" del animal. Recuerda con nostalgia varios de sus animales: la Pizarra, la Oca, la Chicharra, la Condesa, la Rusia, la Mosquiada, La Platina y la Sinarepa "a la que de un machetazo le mocharon la "colita" y se le veía toda la "arepita" (la vulva)".

A las cinco de la mañana, el arriero ya debía tener aparejadas sus mulas, y antes de cargar desayunaba con chocolate, arepa de maíz "sanchochado", una ración de carne y de tocino, y para el camino empacaba en su talego de "amilla" su buen fiambre, una libra de panela y tocino ("porque al arriero no le podía faltar la grasita") y el pan de arriero que se hacía de maíz cáscara. El señor Amado Suarez nos contó como se hacía este pan de arriero: "Eso lo pilaban bien pilado y en seguida lo ponían a remojar de un día para otro, después lo ponían al sol un día, y enseguida ya lo quebraban en la máquina (maquina de moler) y se compraba dos o tres libras de ampolleta y enseguida se le echaba claras de huevo pa que amarrara". Este pan de arriero podía durar una jornada y servía para mitigar el hambre en el camino."

Bueno, este es un acercamiento a uno de los oficios indispensables en Antioquia durante gran parte de sus historia. Su papel de transportadores no solo permitió el comercio inter-regional de alimentos y productos. Lo arrieros también transportaron a finales del siglo XIX las primeras máquinas, equipo industrial e insumos para la construcción de las modernas vías de comunicación como los ferrocarriles que posibilitaron el desarrollo económico de Antioquia; desarrollo en el que los arrieros de Maceo fueron partícipes.  

Para los que quieran profundiza sobre la relación de la arriería con la contrucción del Ferrocarril de Antioquia ir al siguiente link de la Biblioteca Virtual de la Biblioteca Luís Angel Arango de Bogotá: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/caminos/arrier12d.htm

lunes, 12 de noviembre de 2012

Historia del corregimiento de La Susana

Al parecer, La Susana fue fundada a finales del Siglo XIX por mineros que se desplazaron a explotar una mina llamada "La Parranda" ubicada en el río "Cupiná". El nuevo poblado fue atrayendo pobladores de diversas regiones de Antioquia, aumentando así su población, lo que le permitió adquirir el título de Corregimiento en el año de 1944. La población de la Susana se formó con población de las altas tierras de Antioquia y también de pobladores ribereños de Antioquia, Tolima y Santander.

Otra de las hipótesis de la fundación fue expresada en el periódico "El Maceíta", en la edición marzo-abril de 1994, en la que se plantea que se fundó en el año de 1930 por Eduardo Arango y sus hermanos; Polo López, Emilio Buriticá, Santiago Jiménez y Claudina de Cortés. Posteriormente llegaron los señores Miguel Lopera, Ricardo Castro, Manuel Henao Cadavid (hijastro del fundador de Maceo Marco A. Cardona), y Juan Bautista Agudelo Marín, este último dedicado al comercio de víveres en la mina La Parranda, situada en el río Cupiná. En relación al nombre del Corregimiento veamos lo escrito en el citado artículo:

"Relatos de esta época cuentan que los mineros (...) se demoraban varios meses y años para regresar a sus hogares de origen; se hizo presente en la región la Señora de Manuel Henao, llamada Susana y como lo anterior fue para los mineros un acontecimiento importantísimo, convinieron conmemorarlo con unos "guaros" (aguardiente), y "piquisucia" (Gallina) y en consecuencia bautizaron a la comarca con el nombre de La Susana."

Según las versiones de la antropóloga María Teresa Arcila, quien realizó entrevistas en la población de La Susana en el década del 90 del siglo XX, la historia de su poblamiento puede dividirse en dos momentos:

"El primero a fines del siglo pasado (XIX) hasta mediados del presente (XX) cuando -según la versión de sus habitantes- se presentó la salida de numerosos propietarios hacia otras regiones del Departamento y del país, como Urabá, Tolima y Santander. Esta salida masiva fue provocada por persecuciones políticas durante la época de la Violencia entre los años 1947 y 1956 aproximadamente. De este periodo se comenta que fueron "arrasadas" las viviendas y muertos muchos habitantes" y en la mente de sus pobladores quedan sitios como El Rosario en Patio Bonito y la Cueva de los Liberales en Alicante, para recordar lo que pasó en aquella época." Se dice por ejemplo que la Cueva de los liberales llevo dicho nombre porque esta era una de las guaridas de la guerrilla liberal (chusma) durante el periodo de la violencia.

"El segundo período se considera desde 1956 hasta el presente, cuando el nuevo proceso de poblamiento fue protagonizado por familias que llegaron a desarrollar actividades como la agricultura y la minería en pequeña escala. Su asentamiento no siempre se dio de manera fácil, ya que han existido conflictos entre colonos y propietarios de tierras como fue el caso de La Gazapera."

Algunos datos generales sobre La Susana

La Susana tiene un territorio aproximado de 77 kilómetros cuadrados, y limita con las veredas de Santa Bárbara, Las Brisas, La Gazapera, La Unión y San Ignacio. Algunos de los parajes más conocidos son la quebrada La Sonadora, Las Torres, el río Alicante, el río Cupiná, Paiva, Tabor, La Bernarda, La Aurora, La Reina y Monterrey.

El clima de La Susana el cálido, entre los 25 y 30 grados centígrados; se encuentra a una distancia de 23 kilómetros de la cabecera municipal. El clima cálido es propicio para cultivos como la caña de azuzar, yuca, frijol, maíz, frutales y ganadería. La Susana se encuentra unida a través de caminos con el Nordeste Antioqueño, Yolombó y Puerto Berrío.

El alumbrado de La Susana fue puesto a funcionar en 1958 a través de una planta hidroeléctrica alquilada. En la actualidad la población cuenta con energía eléctrica, servicio prestado por la empresa de energía E.P.M. Posee capilla católica, puesto de salud, hogar juvenil, y la Institución educativa Cristo Rey que forma en los niveles de educación básica y media vocacional. 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Maceo: la tierra de nuestra infancia

"La pertenencia del hombre a lo simple y cercano se acentúan aún más en la vejez cuando nos vamos despidiendo de de proyectos, y más nos acercamos a la tierra de nuestra infancia, y no a la tierra en general sino aquel pedazo, aquel ínfimo pedazo de tierra en que transcurrió nuestra niñez, en que tuvimos nuestros juegos y nuestra magia, la irrecuperable magia de la irrecuperable niñez. Y entonces recordamos un árbol, la cara de un amigo, un perro, un camino polvoriento en la siesta de verano, con su rumor de cigarras, un arroyito. Cosas así. No grandes cosas sino pequeñas y modestísimas cosas, pero que en el ser humano adquieren increíble magnitud, sobre todo cuando el hombre que va a morir solo puede defenderse en el recuerdo, tan angustiosamente incompleto tan transparente y poco carnal, de aquel árbol, de aquel arroyito de la infancia; que no solo están separados por los abismos del tiempo sino por vastos territorios."                                                                                                                          Ernesto Sábato

Para muchos maceítas dejar su tierra fue necesario para encontrar nuevos caminos que le permitieran ofrecerle un futuro a su familia. En algunos casos su huida estuvo ligada a acontecimientos dolorosos, que lastimosamente son pan de cada día en nuestro país y de los que Maceo no ha sido ajeno; o también, debieron partir porque sus expectativas a futuro no las podía suplir el terruño. Sin embargo, algunos no han podido cortar el cordón umbilical que lo une con su patria chica. ¿Por que? La respuesta  a esta pregunta la llevamos muy dentro y solo puede ser expresada a través de la emoción que producen los recuerdos frescos de la niñez y juventud que significan tanto; porque a esa edad nos sentíamos livianos como una pluma al viento y eran pocas las penas.

Es por eso que los invito a recordar un poco:

-Quien no recuerda, las brisas de agosto, camino a la cima de una colina verde con una cometa a cuestas.
-Quien no recuerda lo libres que fuimos corriendo entre solares buscando frutas y jugando "escondidijo con los amigos.
-Quien no recuerda los charcos y los paseos de olla.
-Quien no recuerda, la escuela con su bullicio, los amigos y los juegos callejeros.
-Quien no recuerda, haberse deslizado en una tabla untada de sebo en una empinada calle o potrero.
-Quien no recuerda, la voz de un Dios que se escondía bajo la almohada y escuchaba todo lo que decías.
-Quien no recuerda el sabor de las frutas; el mango, zapote, guayaba, mandarina, naranja, papaya, guanabana, banano, guama, y muchas otras, con su sinfonía de sabores.
-Quien no recuerda sus primeros amores.
-Quien no recuerda las historias de los viejos pobladas de criaturas, lugares y hechos fascinantes.
-Quien no recuerda, las casas viejas de bahareque y tapia con sus amplios solares, amplias puertas y ventanas adornadas con variedad de flores.
-Quien no recuerda los caballos que llegamos a montar en las fincas o en las fiestas del pueblo.
-Quien no recuerda...

Hay momentos en la vida, en que la sangre llama, por que a esos momentos está atada la memoria, y a la memoria la nostalgia de un pasado perdido de un lugar al que quisiéramos volver a ver otra vez así en destino nos halla llevado a otro lado.

Si tienes recuerdos especiales compártelos para que hagamos de este espacio, un espacio para la memoria, y para una historia que vincule las historias de vida, de la vida y para la vida.

lunes, 29 de octubre de 2012

Vicente Sosa y Apolinar Cuartas dos culebreros maceítas

Desde los primeros años de fundación de Maceo y gran parte del siglo XX el  territorio local estaba ocupado por grandes extensiones de bosque tropical. Los fundadores y colonos de estas tropicales tierras debieron lidiar con los obstáculos que la naturaleza le imponía a diario. Uno de estos obstáculos eran las serpientes o culebras, muy abundantes en Maceo especialmente durante sus primeros 50 años. Si bien son pocos los casos estadísticos registrados sobre la cantidad de "cristianos" mordidos por estos ofidios, si tenemos certeza, gracias a el análisis de los archivos parroquiales de la Parroquia San Pedro Claver, que entre 1899 y 1953 murieron 26 personas por la mordedura de una serpiente.

Tampoco se tienen datos sobre médicos o desde cuando se empezó a administrar suero antiofidico a los maceítas, pero si de la existencia de unos personajes denominados "culebreros" que se encargaban de sanar a las personas mordidas por las serpientes, a través de métodos que aprendieron a su vez de otros "culebreros" que les transmitieron sus "secretos" y que en muchos de los casos fue la única posibilidad de salvar su vida, que tenía una persona en medio de la lejanía de los campos.

Don Vicente Sosa (Q.E.P.D) era uno de esos personajes y de él transcribimos su testimonio como curandero: 

"Yo nací en San Pedro de los Milagros, en el año de 1902 y llegué aquí a Maceo de quince años. Yo llegué a Maceo porque me dijeron que aquí había mucho trabajo; apenas estaban tumbando monte, y había unas cuantas casitas de paja, pero todo eso era un monte espeso. Cuando llegué me di cuenta que trabajo si había, pero para los aserradores, porque lo único que había para hacer era sacar madera. Entonces a mí me tocó ponerme a arriar mulas y sacar madera para San José, porque estaban haciendo la carrilera para el Ferrocarril de Antioquia. Trabajaban por ahí 200 mulas para San José y 200 para adentro de la montaña. Pero yo vivía muy asustado porque todos los días no hacíamos sino matar verrugosos, y cuanta clase de culebra había; y eso a todo el que picaba una culebra se moría. ¡Eso era mucho morir gente de picadura de culebra¡ 

Por eso fue que me propuse a aprender a curar. Un día vino un señor de Zaragoza que sabía curar, y yo me le puse al pie para que me enseñara, yo tenía 22 años, pero me daba mucha "Guayabo" (dolor, pena) ver morir a los aserradores y a los arrieros. Y por eso aprendí. Me tocó pagarle muy caro a ese señor para que me enseñara el secreto, pero me enseñó. Y desde entonces he curado mucha gente. A mí me buscan en San Benigno, en La Paloma, en Playa Chica, y eso llegaba gente de todas esa montañas ¡y nadie se moría desde que yo lo rezara¡ y le doy gracias a mi Dios que me concediera ese milagro de poder curar a la gente. Hubo semanas de curar hasta siete picados de culebra"

Otro testimonio de un culebrero fue el de el señor Apolinar Cuartas (Q.E.P.D) quien contó que una de sus hijas fue mordida por una "Mapaná" (Bothrops Atrox) y fue curada por un viejo culebrero que le transmitió el oficio. Así nos contó don Apolinar como aprendió de su maestro: "(...) me convidó para que fuéramos a un monte, para que él llamara a las culebras, para que las conociera, para él indicarme como se llamaba la una, y como se llamaba la otra, pero que eso si... que no las fuera a matar ese día".

Y así fue según Apolinar. El viejo culebrero se puso a silbar y fueron llegando las serpientes una a una, para que Apolinar las fuera distinguiendo a todas. Le mostró la "Mapaná X", la "Mapaná de Agua", la "Mapaná Rabiseca", los "Patocos", "Patoquillas", "Pudridoras", "Sanguinarias", "Corales" y muchas más. Luego de salir de aquel monte, su maestro le dijo a Apolinar que para salvar a alguien de la mordedura ésta no podía haber sido en una vena gruesa del cuerpo, porque el paciente se moría, y si este no era el caso, entonces se cortaba, se ligaba el miembro afectado sin apretar muy fuerte para evitar la gangrena, se hacía un corte en forma de cruz y se chupaba con la boca el veneno o por medio de una chupadera hecha de "caturrón" (bola de cera) de cera de abejas que se calentaba para ponerlo en la herida.

La segunda etapa de la curación consistía en utilizar las "cabalongas", que era unas semillas que solo se conseguían por el Putumayo y el Amazonas; semillas que le fueron obsequiadas a Apolinar por un indígena que estuvo en Maceo. Las negras y amargas semillas de "cabalonga" se ponían en la boca de paciente y luego se retiraban, después se le daba un bebedizo con el raspado de las mismas semillas. Tampoco podían faltar al tratamiento, las nueve bebidas de "Guaco" (era un bejuco que crece en la lagunas) durante tres días; y los baños de permanganato de potasio y "Matandrea", planta que crece en el monte y los rastrojos que florece en forma de racimo rojo, de la cual se utilizan la raíz, las hojas y los copos.

Uno de los envenenados que curó Don Apolinar fue un muchacho de 14 años, hijo de de Doña Rut Marín que vivía en las selváticas tierras de la vereda La Argentina, hace más o menos 65 años. Apolinar luego de desensillar su bestia al llegar a su casa escuchó unos quejidos y una lloradera en la casa de la señora Rut; Apolinar se arrimó donde sus vecinos y preguntó:

"-Por qué lloran muchachas?

Y ellas contestaron: -!Se murió Gilberto¡

-Y que le pudo haber pasado para morirse tan ligero- Dijo Apolinar.

-Ah que lo mato una culebra- Replicaron las mujeres."

Hay mismo comprendió el curandero que no se trataba de un difunto, sino que por el efecto del veneno le había dado "mal cerebral"  y que aún quedaban esperanzas. El picado de culebra fue llevado a hombros por su padre al rancho de Apolinar seguido de la mamá y sus hermanas. Apolinar les pidió amablemente a las mujeres que se retiraran del lugar, ya que alguna de ellas podía estar menstruando y afectar la curación. Luego de vendar la extremidad, de aplicar el torniquete, chupar el veneno, y de poner las "cabalongas" en la boca, se fue con el papá del niño en medio de la oscuridad a buscar el "guaco" para hacer los baños. Cuando volvieron, Apolinar quitó las "cabalongas" que se le habían pegado en la boca al enfermo por el efecto de la fiebre y le dio de tomar el raspado de estas. A fin de cuentas, dio las instrucciones a la familia sobre los baños de "matandrea" y permanganato de potasio durante los siguientes tres días al enfermo, mejor  dicho, al "curao" (curado, sanado) que a la fecha de hoy sigue vivo y coleando. 

Aquí termina esta presentación de dos culebreros maceítas y a continuación les dejo algunas de las serpientes más comunes venenosas que hacen aún parte de la diversidad de fauna en el territorio maceíta. Espero que comenten y agreguen su propias historias sería muy enriquecedor para todos.

martes, 23 de octubre de 2012

Por qué Maceo se llama así?

Antonio Maceo

Un aspecto importante en la fundación de un pueblo es darle un nombre. En el caso de Maceo hubo dos posibilidades durante sus primeros años de fundación: una fue optar por el nombre de un santo llamado San Pedro Claver y la otra por el de un héroe de la independencia de cuba, de pensamiento liberal, llamado Antonio Maceo. La primera alternativa fue liderada por la Iglesia Católica y no rindió frutos, sin embargo, las primeras familias fundadoras fueron afines con las ideas y gestas del general cubano Antonio Maceo y se encargaron de popularizar el nombre de Maceo e imponerlo definitivamente. Es posible que la admiración que dichas familias tenían por el general cubano tuvo que ver con la circulación de publicaciones de José Martí que versaban sobre la independencia cubana y la circulación de la revista "La Pluma" de Bogotá, o el "Manual del Combatiente Irregular" diseminado por toda la región por Abelino Rosas, guerrillero liberal que luchó en la guerra de los Mil Días quien procuraba mantener el control del flujo de personas y productos por el río Magdalena; y además, combatió junto a Antonio Maceo en la guerra de independencia cubana. No se ha podido determinar el momento exacto en que se acuño el nombre pero, en algunos documentos históricos el nombre de Maceo se empieza a utilizar desde los primeros años de fundación y poblamiento.

domingo, 21 de octubre de 2012

Espantos en el Patiburrú

El cerro Patiburrú, además de ser uno de los referentes geográficos más importantes del municipio, se constituye en un referente cultura en el que convergen historias contadas por las gentes como la existencia de una "antigua" colonia penitenciaria de su cima. La Leyenda de María del Pardo y los espantos y aparecodos. Personalmente recuerdo la historia de un tesoro oculto que se aparece los Viernes Santo en el Patiburrú, me la contó un vecino de más de setenta años. Allí alrededor del anciano sentados en horas de la noche en una acera de una casa de bahareque estuvimos varios niños escuchando esta historia que nos colmó aquella noche de fascinación y despertó aún más nuestra imaginación. La siguiente es tal vez un versión muy cercana a la que nos contó aquella noche:

Espantos en el Patiburrú

"Es que hay un encanto que se abre todos los Viernes Santos una hora a las doce del día. Una vez, una niña se fue a hacerle un mandado a su mamá, que la mandó para los lados del Patiburrú. Cuando pasó justo el Viernes Santo a las doce del día, la niña vio que se abrió una puerta y se entró para allá y no salió antes de que se cerrara la puerta; se quedó allá adentro todo un año, hasta que se volvió a abrir la puerta. Cuando regresó a su casa la mamá se sorprendió mucho al verla y de preguntó:

-Usted donde estaba, mija?

Y la niña le contestó:

-Yo estaba haciendo un mandado, usted no me mandó pues a hacer un mandado.

Lo que pasó en un año, a la niña le pareció que había sido un rato.

Lo que pasa es que el Patiburrú tiene un encanto, dicen además, que algunos han visto a una gallina con uno pollitos que caminan detrás de ella y que si uno está atento y le tira una reliquia a uno de los pollitos, éste se convierte en un pollito de oro.

Dicen también que unos mineros que venían una vez de Segovia estaban buscando el entierro del Patiburrú, y estando dentro de una mina, rugió la tierra y se empezó a tapar la mina hasta que quedó un agujero por donde solo cabía una persona, y por allí lograron salir los mineros muy asustados con una bolsas llenas de oro, pero cuando las abrieron el oro se había vuelto negro. Es que como el oro del Patiburrú está encantado el lo cuida y no deja que nadie se lo lleve."

sábado, 20 de octubre de 2012

María del Pardo: una leyenda muy antioqueña y maceíta

En el día de hoy les presentó la LEYENDA DE MARÍA DEL PARDO; leyenda que vincula la historia  del pueblo antioqueño en relación a la búsqueda y explotación del oro y también a nuestra población, donde se conserva en la memoria oral de sus pobladores algunas historias sobre la presencia de María del Pardo, en particular con relación al origen de nombre de nuestro cerro titular: El Patiburrú. A continuación les transcribo un texto escrito por Paula Andrea Giraldo Restrepo, historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, quien realizó en trabajo para la Gobernación de Antioquia en el año de 2007 titulado "Mujeres Antioqueñas en la memoria de la Ciudad". Esta transcripción se acerca al origen de la Leyenda de María del Pardo a nivel regional. Finalmente, después de este relato, les transcribo una narración de un Maceíta que nos cuenta una versión local de dicha leyenda. Espero disfruten de la lectura de esta apasionante narración.

María Ceteno o María Zafra o María del Pardo

"María Centeno era una de las tres hijas de Capitán Fernando de Zafra y Centeno y de Juana Taborda, vivió entre 1658 y 1645 y fue propietaria de grandes minas de oro en Buriticá y Remedios. A María, los mineros antioqueños le tenían una especial admiración por ser la primera mujer que con su cuadrilla de esclavos se dedicó a explotar el oro en las minas de Buriticá.

El Capitán Zafra y Centeno era hijo lejítimo de don Fernando de Zafra Centeno y de Catalina Fernández y desde muy joven se vinculó a la carrera militar para prestarle sus servicios al Rey de España. A las órdenes de su Majestad estuvo en Italia, España, Alemania y Hungría y en 1548 llegó al puerto de Pernambuco, en Brasil, como Alguacil Mayor de una expedición; posteriormente el Capitán llegó a la isla Margarita -en Venezuela- para defenderla de los ataques de corsarios franceses y en 1555 pasó a la Gobernación de Popayán.

En 1556, el Capitán Fernando de Zafra y Centeno llegó a la ciudad de Antioquia donde conoció a Doña Juana Taborda, su futura esposa; ella era hija de Don Juan Taborda, el hombre más importante de la ciudad, y se casó en primeras nupcias con Don Francisco Moreno de León, quien acompañaba al capitán en su expedición. Don Francisco Moreno falleció a principios de 1562 y en abril de 1563 el Capitán Fernando de Zafra contrajo matrimonio con Doña Juana, de cuya unión nacieron Hernando de Zafra y Taborda, María, Catalina y en 1572 Juan Centeno Taborda, pocos meses después de haber muerto su padre en Tunja.

María Centeno contrajo matrimonio tres veces, su primer esposo fue Don García Jaramillo de Andrade, un acaudalado minero y hacendado que explotaba las ricas minas de San Román en Buriticá, en compañía del gobernador de la provincia de Antioquia don Gaspar de Rodas; al morir el señor García Jaramillo, su viuda heredó las minas y durante más de veinticinco años, con 508 negros, siguió extrayendo oro en enormes cantidades para enviarlo a España. El segundo matrimonio de María Centeno con Alonso de Rodas Carvajal -apodado "El Mozo"- , un Capitán que era hijo de Don Gaspar de Rodas y aunque tenía origen mestizo, en razón de su fortuna aparecía como blanco y tenía el mismo estatus social privilegiado de la élites. Por último María se casó con el Capitán Fernando de Ocio y Salazar, quien murió cuatro meses antes que ella, el 7 de abril de 1645.

María Centeno heredó de su padre y de sus esposos una rica fortuna representada en minas de oro y en grandes latifundios en el occidente antioqueño, para llevar el aguas a las minas construyó un acueducto de quince kilómetros. Los mineros convirtieron a esta mujer en un mito y pensaban que tenía pactos con el diablo, algunos decían haberla visto atravesar el río Cauca cabalgando por los aires con el demonio en forma de mula negra y otros que en Puerto Valdivia existía la roca de María Centeno, con la huella de las herraduras del satánico corcel.

Cuenta la leyenda que en los primeros años del siglo XVII, María Centeno le ordenó a un esclavo que ocultara sus tesoros en lugares difíciles de encontrar, pero cuando pasaron cerca de uno de los afluentes del río Herradura, las mulas cargadas de oro se enfermaron y se vieron obligados a quedarse en ese sitio. Al no encontrar seguridad para su tesoro, María Centeno le dijo a su esclavo "Abrí un hoyo aquí" y desde entonces el pueblo antioqueño de Abriaquí quedó ligado a las tradiciones legendarias de esta aguerrida minera.

Se dice que María Centeno fue la más famosa buscadora de oro, una mujer con muchos ímpetus, luchadora y perseverante, que se enfrentó con tenacidad a la naturaleza y con fortaleza a los hombres."

                                                  La Leyenda de María del Pardo en Maceo

No se ha podido establecer en que momento los maceítas adoptaron esta leyenda y vincularon el cerro Patiburrú a ella. Lo cierto es que la leyenda aún pervive entre los maceítas después de ser transmitida oralmente de generación en generación. Veamos la versión que nos dio el Señor Roberto Castaño (Q.E.P.D).

"María del Pardo era una señora que venía de Yolombó, por el camino rial, y cuando iba atravezando el cerro uno de los burros que llevaba una carga de oro se cayó y como iban amarrados unos con otros se los llevó a todos, y éste se quebró una pata, rodó y fue a dar a una quebrada que queda por allí. Doña María del Pardo era de las mujeres que más ricas existían en ese tiempo existían. Es por eso que desde ese día bautizaron ese cerro con el nombre de Patiburrú."

La Madremonte

A partir de hoy se inaugura en este blog una serie de publicaciones sobre las creencias populares, mitos y leyendas de nuestro municipio. En esta primera oportunidad publicamos la historia de La Madremonte y de la Madriagua o Madre de Agua, dos seres sobrenaturales antropomorfos femeninos que se presentan como defensores de la naturaleza y en algunos casos y en otros como terribles criaturas del mal. El primer relato está basado en la desaparición del hijo del Señor Clímaco Ríos rico comerciante de la población y el segundo de un campesino que logró ver a la Madre de Agua. Espero que disfruten de esta primera entrega.




LA MADREMONTE

"Fue un señor que tenía unos aserradores; el señor se llamaba Clímaco Ríos y entonces él se fue con el niño mayor a darle vuelta a los aserradores. Como era tan lejos, eso era en Playa Chica, entonces soltó el caballo pero dejó al niño cuidando el avío. Cuando regresó no encontró al niño. Entonces se fue todo confundido y le dijo a la abuelita que el niño se había perdido, y todos se pusieron a buscarlo y nada. Vino aquí (al pueblo) donde su Señora que se llamaba Raquel, y por no preocuparla, le dijo que el niño se había quedado con el abuelito. Luego se volvió a ir. Como no lo encontraron, al otro día se llevó a la policía, al alcalde; y como era un señor de tanta plata, se fueron con mucha gente del pueblo a buscarlo.

Cuando de pronto lo vieron pasa por entre unas guaduas. El pelao corrió como si fuera por un camino, hasta que un señor se le tiró y lo cogió; él mordía y echaba uña a todo lo que él agarraba, lo tuvieron que amordazar, y lo trajeron hasta tumba cuatro para que se calmara. Ya lo pusieron en manos del médico, entonces el pelao contaba que era la mamá y la sirvienta le habían envuelto el escapulario en boñiga, y en realidad en el bolsillo de la camina tenía el escapulario envuelto en boniga. Él pelao contó que cuando el papá lo dejó solo, fue la mamá que vino por él y en realidad era La Madremonte que se había convertido en ella pa´quitarle el escapulario y quien sabe que hacer con él.

Ya el muchacho dijo lo que le había pasado y la gente dizque veían por el Alto de la Rusia, la veían peinándose en una piedra, ella era rubia, era La Madremonte, ese animal se come a los niños.   

LA MADRE DE AGUA

"Me dijo Emilio Atehortua, un día cualesquiera:

- Yo te muestro la Madriagua; ella baja a eso de las once o doce del día y sube de dos a tres de la tarde. No se sabe si anda de noche para abajo o para arriba.

Entonces me quedé. Como a las once y treinta del día, cuando en esas y otras le dije:

-Mira donde viene la Madriagua-

-Y la vio de espaldas, una cabellera rubia, blanca y sin vestido, las piernas se le veían blancas vestida hasta las caderas con su cabello.

-Quieres verla subir? me dijo Emilio.

Y me quedé ahí hasta las tres y volvió a subir; yo quería mirarle el rostro, pero ella a nadie le daba el rostro, se sienta y se esconde su cara. Ella subía y bajaba todos los día.

Dicen que la Madriagua se creó, porque la mamá la regaño porque se había ido a bañarse sin permiso y se convirtió en un criatura perdida en el bosque".

martes, 16 de octubre de 2012

Sobre cómo llego la "LUZ" a Maceo

Don Alfonso Hincapié, tomó la escalera y subió lentamente, paso a paso... la gente del pueblo esperaba expectante y le decían: !Hombre Alfonso¡ Te va a matar esa luz. Su esposa lloraba y le reiteraba: !Mijo¡ cuidao que lo va a matar esa luz.

Sin embargo Alfonso siguió su ascenso hasta lo alto del poste. Tomó el interruptor  y cerró el circuito eléctrico, luego se escuchó un chispazo en instantáneamente salió un rayo de luz amarillo intenso de las lamparas iluminando las calles empedradas, mientras un grito de algarabía reflejaba la alegría de los maceítas que miraban asombrados esa luz tan hermosa que traía consigo en anhelado progreso, del que se tenía noticia a través de las historias escuchadas en los escasos radios de pilas y los comentarios de paisanos que habían visitado la ciudad.

Don Alfonso nos cuenta como fue ese maravilloso momento:
"Yo subí eso y ¡Pluuuuuuuum¡ y llegó la luz.
¡Eso fue mucha la alegría de esa gente¡... Yo me bajé de la escalera, pero hay mismo de tiraron para arriba y me decían:   - ¡Hombre Hincapié¡, hombre que luz tan bonita.-  Y la gente gritaba:  -¿Me va a vender luz a mí? ¿Me va a vender luz a mí?

Luego de este evento Alfonso Hincapié, volvío a desconectar, bajó de la escalera y con la ayuda de la vara volvió a cerrar el circuito y la gente entró en jolgorio nuevamente. Alfonso fue aclamado por la gente y le llenaron los bolsillos con billetes; Ese mismo día se armó una fiesta en el pueblo, la gente recorría la Carrera Bolívar de arriba a a bajo para ver el hermoso iluminado público.

Este acontecimiento inició un cambió para lo maceítas, las calles iluminadas fue despojando el lugar de espantos y los bultos que se escondían en las calles oscuras, dejó atrás poco a poco a los merenderos que se ganaban la vida de cantina en cantina y el hogar se pobló de electrodomésticos. Cambios fueron vistos por don Alfonso Hincapié que se convirtió en el electricista de todos los maceítas durante medio siglo y al que hoy le rendimos este humilde homenaje.

Nota: Los acontecimientos aquí narrados a modo de crónica ocurrieron en el mes de diciembre de 1962. y fue inspirada en una entrevista concedida pro don Alfonso Hincapié, que en paz descanse, el 19 de octubre de 2009.